
Transilvania, la morada de Vlad
- Publicado por Juan Manuel Baixauli
- El 23/04/2015
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- Drácula, Rumania, Transilvania
Muy probablemente este viaje, envuelto de misterio y fantasía, se lo debamos al novelista irlandés Braham Stoker del siglo XIX, cuya creación literaria más reconocida, la que supuso el nacimiento de un género en sí mismo, fue la novela “Dracula”, en 1897, una historia ficticia pero basada en el personaje real, el príncipe de Valaquia Vlad III, nacido como Vlad Drăculea y conocido con apodos tan tenebrosos como «Vlad el hijo del demonio/dragón» o «Vlad el Empalador».
Transilvania es una región situada en el centro de la actual Rumania, ubicada en una meseta elevada y totalmente rodeada por los Cárpatos Meridionales (o Alpes de Transilvania), los Orientales y los Montes Apuseni, cordilleras de los Montes Cárpatos. Los macizos rocosos, como una pared, aíslan el territorio y, en varios lugares, avanzan hacia el interior. Recorrer estas tierras tras haber leído la novela supone un aliciente único.
Viajo en coche desde Iasi, al noreste de Rumania, atravesando la región Moldava. Antes de entrar en la región de Transilvania decido parar a comer. Hay muchos platos sabrosos y típicos y siempre me gusta conocer y disfrutar la gastronomía local, por lo que busco rincones auténticos que ofrezcan platos tradicionales, elaborados con productos autóctonos. Elijo un lugar acogedor, de madera, cerca de Roman. De primero, una sopa tradicional de Radanti, preparada con pechuga de pollo, nata y pimiento picante. De segundo, Tochitura Moldoveneasca, otro plato tradicional de la región moldava: carne de cerdo, salchichas caseras, con órganos del cerdo y partes grasas, huevo y una salsa casera.
La gelidez de los Cárpatos
La ruta es larga, y atravesando Transilvania, los pequeños pueblecitos junto a la carretera, llenos de nieve, ofrecen un aspecto abandonado porque el frío recoge a las gentes en sus casas y deja una atmósfera desangelada y misteriosa… además, la entrada de la noche acelera la nevada.
El invierno de esta zona es duro, con nevadas constantes al atravesar los Cárpatos, y temperaturas que fácilmente bajan hasta los -15o C. En la carretera, de noche, nula visibilidad nocturna, oscuridad, tinieblas, silencio y, en ocasiones, árboles que abrazan la carretera, la envuelven, con sus ramas cargadas de nieve… puede que la novela multiplique las sensaciones y me haga evocar más cosas de las que realmente son, pero ésa es la magia de viajar con un propósito: conocer el Castillo del “Conde Vlad”, la inspiración de Stoker. Justo entonces veo las luces traseras de un coche, que me hipnotizan… y tengo la osadía de grabar ese instante, seguro de que la única manera de entender este relato es ver lo que aprecian mis ojos.
Mi objetivo es llegar a Poiana Brazov para alojarme. Se trata de un importante centro turístico, situado a 12 kilómetros de Brasov, en el macizo de los Carpatos meridionales, a una altitud de 1.030 metros sobre el nivel del mar y rodeado por cuatro montanas. Un dato, la temperatura “media” de enero-febrero se sitúa entre los 5o y los 7o grados bajo cero, lo que significa que hay momentos en los que llega a los -20o C. El enclave se fundó en 1895 y, originariamente, provenía de un distrito de Brașov. Sin embargo, en 1906 fue declarado resort invernal. Actualmente esta estación es un importante centro turístico internacional con pistas de ski, hoteles de lujo, un funicular, piscinas cubiertas, saunas y varios restaurantes. Está claro que algo saben de ski, son más de 100 años de historia como resort invernal.
La depresión de Brașov
Brasov es una ciudad muy interesante, con unos 300.000 habitantes, en el centro del país, en la llamada depresión de Brașov, a una altitud media de 625 metros. Se sitúa en la curvatura interna de los Cárpatos y la rodea la montaña Tâmpa. Enmarcada entre montañas, llena de nieve, con sus techos inclinados… la estampa invernal de esta ciudad resulta especialmente bonita, muy sugerente. Aunque la tensión de llegar de noche, nevando, siendo apasionante, no la recomiendo para todos los públicos.
Desde este punto, tranquilamente, mañana llegaré fácilmente hasta la famosa fortaleza que buscaba. Y efectivamente, así es. Majestuosa, sobre un montículo de piedra, fue creada para controlar un paso angosto que separaba la frontera entre Transilvania y Valaquia, el paso de Bran. Aquí llegó, hace ya unos siglos, “Vlad el Empalador”. A raíz de una desavenencia que mantenía con los mercaderes de Brasov, atacó y saqueó la población. La leyenda acababa de empezar. Después de todas las películas que hemos visto sobre Drácula, los caminos en Transilvania, las imágenes que nos evocan… me parece un sueño poder estar allí.
Un territorio complejo, de caminos intransitables, pasos complicados, abundante nieve, frío… el paisaje es desolador, los árboles desangelados, no hay verde. El aspecto es sencillamente duro. Y, ante la fortificación, trato de imaginar cómo sería vivir allí, a finales del siglo XV, vigilando ese paso en unas condiciones tan penosas.
El castillo es ciertamente espectacular. Su interior está perfectamente conservado, todas sus salas han sido reconstruidas. Se eleva sobre cuatro plantas, con diferentes espacios para distintos usos y se puede recorrer íntegramente, incluso algunos espacios “secretos”, como una escalera estrecha y escondida, hallada durante una rehabilitación, que permite ascender sin ser visto hasta las plantas superiores atravesando un muro. Por el camino, pequeños nichos iluminan la ascensión y te sientes como en una catacumba.
La vestimenta que utilizaba Vlad nos recibe en una sala. Me lo imagino con su vestimenta y me despido de él. Creo que ahora ya puedo disfrutar de alguno de los múltiples restaurantes que rodean el castillo, la experiencia ha valido la pena.
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