
Amsterdam, una ciudad para enamorarse
- Publicado por Juan Manuel Baixauli
- El 23/04/2015
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- Amsterdam
Cada ciudad tiene su encanto y a veces hay que buscarlo, pero en Ámsterdam no es necesario, él te encuentra a ti por cada calle, cada canal, cada rincón, cada taberna. Simplemente pasear, dejarse llevar por su barrio antiguo… es un placer.
Junto al río Amstel, en sus orillas, se encuentra un maravilloso hotel de lujo que siempre ha sido admirado desde su inauguración, en 1867. Exquisito, con todo el esplendor de un palacio, su restaurante Michelín, con vistas al río, es tranquilo y señorial como los imponentes candelabros de cristal de su salón Amstel.
En verano se disfruta de una maravillosa zona exterior con tumbonas y posibilidad de llegar en barco. Un servicio impecable, parrillas en la terraza, espectáculos en directo y una piscina cubierta que es una delicia. Además, se encuentra en una ubicación ideal, entre los distritos financiero, cultural y comercial, a escasos metros del Museo Van Gogh y del Teatro Royal Carré. Y con sólo avanzar unos pasos más, te adentras en el barrio antiguo, en el barrio rojo o en la casa de Rembrandt (por cierto una recreación maravillosa de lo que fue su vivienda).
Sé que hay otras opciones como el Palace en la plaza Dam, pero éste tiene algo especial que me atrae.
Ruta de museos
Seguro que hay mil formas de recorrer la ciudad, pero me marco dos prioridades, cada una por su estilo y su trascendencia en el arte: El maravilloso Museo de Van Gogh y la Casa de Rembrandt. Esos son mis objetivos por la mañana. También me resulta curiosa la casa de Anna Frank, una niña judía de 15 años, que vivió dos años refugiada por la persecución nazi en la parte trasera de una vivienda, hasta que finalmente fue delatada y murió en un campo de exterminio. Su historia nos llegó a través de las anotaciones que registró en su diario, durante su encierro, y que más tarde decidió publicar su padre. Un relato que ha sido llevado al cine y que ha vendido más de 350 millones de ejemplares. Todo un símbolo de lo que nunca debería volver a ocurrir.

Museo Van Gogh
Calles de todos los colores
Luego, en el recorrido hacia La casa de Rembrandt, dando un pequeño rodeo, me acerco al mercado de los tulipanes, algo único en esta ciudad, y no solo por su belleza. Tras una crisis económica como la que acabamos de atravesar, viene a mi mente que estas flores protagonizaron la primera crisis económica de la historia provocada por la especulación.
En sus bulbos se llegaron a invertir cantidades desorbitadas y el descenso brusco de sus precios provocó verdaderas bancarrotas. Una historia sorprendente que hoy nos resulta descabellada pero que se repite continuamente con muchos otros productos. La variedad de los tulipanes, sus colores, son un regalo para la vista. Si aprovechamos para comprar queso holandés y tomar una cerveza, se convierte en una experiencia única.
No siempre es necesario dirigirse hacia un monumento, museo o lugar emblemático. Rreivindico el placer de pasear por las calles, saborear lo auténtico, lo singular, recorrer un entorno diferente, aderezado por otras formas de vivir, vestir o disfrutar de los pequeños placeres. Amsterdam es una ciudad culta, respetuosa capaz de convivir con una prostitución perfectamente organizada en el barrio rojo o con los coffee shop, donde puedes comprar cualquier clase de marihuana que te quieras fumar, disponiendo de locales autorizados para ello. Es una auténtica combinación de tolerancia y convivencia.
La casa de Rembrandt
La casa de Rembrandt, desde que conocí algunas obras de este maestro, siempre me había atraído. Reproduce su vivienda, tal cual era en vida del pintor: su sala de recepción, su cuarto para pintar, su espacio para la de venta de arte, su cocina, el cuarto donde aprendían sus discípulos… todo recreado hasta el más mínimo detalle. No es un museo al uso, es un paseo por su vida, sus vivencias, su cotidianidad, su intimidad. Lo recomiendo a todo el que vaya a Ámsterdam, en mi recorrido es esencial.
Amsterdam en el paladar
Para comer, es ideal acercarse al barrio antiguo, donde encuentras locales para todos los gustos y buena cerveza. Recuerdan en la explicación de la casa de Rembrandt que en su época sólo tomaban esta bebida fermentada de baja graduación, así que está claro que los holandeses entienden de cerveza. Restaurante típicos, chinos, vietnamitas, argentinos, italianos, franceses…. Es una amalgama de locales en calles estrechas, donde debes estar atento a las bicicletas, porque los españoles no estamos acostumbrados a ese barullo callejero en el que se entremezclan tranvías, coches y bicicletas… y nunca sabes por dónde van a salir. Considero ese paseo imprescindible, aunque para la cena me he reservado mesa en un local que me parece especial.
Se trata de la taberna más antigua de Amsterdam, d’Vijff Vlieghen (traducido a español, Las Cinco Moscas), que cuenta con una importante tradición gastronómica y cervecera. En sus orígenes, fue una taberna que más tarde se convirtió en restaurante. Lugar emblemático, fue creado en el siglo XVII y se ubica en una de las zonas más céntricas de la ciudad. Se accede desde la esquina de una calle muy antigua, en una de esas casas centenarias de Ámsterdam, aunque en realidad el establecimiento lo componen varias casas contiguas y comunicadas entre sí.
Son muchas salas, con una esmerada decoración de más de 400 años que conforma un ambiente cálido, intimo, acogedor, que permite a un grupo de amigos, o a una pareja, disfrutar de un espacio tranquilo y sin agobios. Hay varios menús de degustación, que además maridan con diferentes vinos. Así evitas beber todo el rato el mismo y puedes encajar cada uno de ellos con los diferentes sabores que brinda cada plato. Me encantan los ahumados que ofrecen y, también, los platos de carne. Y, si al final te animas, el restaurante cuenta con un surtido de más de 150 ginebras y licores destilados artesanalmente.
Ámsterdam merece una escapada. Combina perfectamente sus extensos canales y numerosos puentes con la original arquitectura de los siglos XVI y XVII, todo concentrado en una pequeña superficie. Es una ciudad entrañable, abierta, tolerante.
Recorrerla en bicicleta, o a través de sus canales, descubrir cada secreto en paseos infinitos, perderse por calles de extraordinaria belleza, admirar las fachadas que muchas veces sobresalen o se tuercen… que te hace preguntarte si Van Gogh no hizo más que reflejar, con maestría y un estilo propio, por supuesto, la realidad que veía, la que le rodeaba.
Foto portada: Rafael Tovar
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