
Myanmar no es país para turistas: ¡bienvenidos los viajeros!
- Publicado por Juan Manuel Baixauli
- El 23/09/2014
- 0 Comentarios
- Birmania, Myannmar
Compartir el post "Myanmar no es país para turistas: ¡bienvenidos los viajeros!"
No eres el único al que le seduce la idea de viajar al sureste asiático. La masiva afluencia de turistas a países como Tailandia, Laos o Vietnam es la otra cara de una postal sugerente y exótica, aunque eso también ha abierto la puerta para que los espíritus aventureros se adentren en territorios que conservan toda su autenticidad. Es el caso de la desconocida Myanmar, antigua Birmania para el gran público. En este ‘otro mundo’ donde no existen los cajeros automáticos y el wifi, la vida transcurre mística y caótica entre pagodas, estupas y mercados flotantes. ¿Te preguntas si aún puedes ser un auténtico viajero? Este es el lugar idóneo para descubrirlo.
“Quien llegue con la mente abierta, se irá con el corazón lleno”, leí hace poco en un artículo de Lonely Planet sobre la incógnita Myanmar. Y no podría estar más de acuerdo: el país más grande del sudeste asiático eleva al visitante a la categoría de viajero. Porque Myannmar no es país para turistas sino para exploradores del tiempo, para aquellos que han reparado en ella sabedores de que tras las playas exóticas y los paisajes exuberantes pervive, prácticamente intacta, una cultura de raíces milenarias. Y fascinante.
Son muchas las cosas que damos por sentadas en cada viaje que hacemos, como la posibilidad de sacar dinero con tu tarjeta o moverte en taxi por la ciudad. Sin embargo, cuando llegas a la vetusta Birmania debes dejar atrás los hábitos de la vida moderna. No, aquí no hay un cajero automático detrás de la esquina y lo habitual es desplazarse en caballo, en carro o en barca. Las carreteras no han evolucionado desde siglos en muchas zonas del país, no hay prácticamente Internet en muchas áreas, y no siempre funciona el móvil. Todo es radicalmente distinto a lo que estamos acostumbrados. Pero eso sí: no hay un lugar más idóneo para evadirse y olvidarse de lo cotidiano, para disfrutar de un viaje en el tiempo.
En Myanmar conviven 135 grupos étnicos -reconocidos oficialmente- que hablan más de 100 idiomas y dialectos. Está rodeada al norte por un anillo de montañas de casi 6.500 km que actúa de frontera natural con China, India, Bangladesh y Laos, y al sur por una costa de más de 2.000 km que limitan con Tailandia.
Diversos ríos navegables recorren buena parte del país, lo que significa que la vida en muchas ciudades se mimetiza con los cursos fluviales. Pero en estampa repleta de rincones increíbles, lo más apasionante no deja de ser el hecho de viajar por un país anclado en la historia.
Cerca de Rangún, su actual capital, vale la pena acercarse un día a Bago (la antigua capital de Birmania) por su enorme interés histórico. Nos sorprenderá el desorden y el caos, pero disfrutaremos de sus enormes templos, figuras de Buda y de la estupa más alta del país.
El río Bago, por su parte, es un flujo constante en torno a la ciudad, punto de encuentro de muchos ciudadanos al atardecer, el escenario ideal para comprender que el placer del viaje no consiste tanto en acudir a un lugar concreto como en sumergirte en una realidad distinta que te trasmita sensaciones nunca antes vividas.
Nos sorprenden sus calles, los cientos de monjes que buscan limosna, y su propio mercado, el mercado de Bago. Los puestos de comida callejeros están por todas partes. Y si antes te ha preocupado el tema del transporte, descuida: andando llegas a los principales puntos neurálgicos de la ciudad, aunque te aseguro que coger un tuk-tuk para recorrer los templos y estupas también es una experiencia inolvidable.
Otra ciudad que me encanta es Bagan, un lugar majestuoso donde existen más de 4.000 templos budistas. Cerca de este conjunto arqueológico de belleza sinigual está Pakokku, en cuyo mercado de frutas y delicias locales todavía se sorprenden de ver a turistas.
También desde Bagan es muy interesante realizar un recorrido en barco hasta Mandalay, donde el exuberante paisaje es una terapia relajante. Y ya en Mandalay hay que disfrutar de los barrios de artesanos, recorrer el U Being Bridge, el puente de teca más largo del mundo, y acercarnos dando un paseo hasta la residencia del último rey de Birmania. Os podría seguir hablando de pagodas, de calles embriagadoras y de monjes budistas (es el lugar del mundo con mayor número de monjes budistas). Pero lo más especial de todo es sentir que estás en otra época, en otra dimensión.
Los lugares fascinantes nunca se acaban en Myannma. El Lago Inle, rodeado por aldeas y pueblos flotantes, es un entorno para descubrir en bicicleta o para realizar un paseo en barca a través de los mercados, comiendo algo a bordo mientras observas cómo pescan y otras muchas curiosidades tan distintas a nuestra vida común.
El lago actúa como vía de comunicación entre toda la población que habita en torno a él. Y su principal punto neurálgico es el puerto de Nyaungshwe, repleto de restaurantes y bazares. También es un buen punto de partida para iniciar la ruta en barca que nos llevará por pueblos flotantes, con sus jardines, telares y herrerías. ¡Ah! ¡Y el monasterio de los gatos saltarines!
En este escenario también me cautivaron las pasarelas que serpentean entre la multitud de casas, imprescindibles aunque insuficientes para la vida normal de sus habitantes, que sí o sí necesitan una barca para poder desplazarse en este entorno.
Paisajes, templos, naturaleza, mercados… Un recorrido apasionante que te regalará miles de curiosidades y anécdotas. Y aunque probablemente te costará hacerte entender, el pueblo de Myanmar es amable y ya se sabe que la amabilidad resuelve muchas cosas. Sirva como ejemplo el pueblo de An, cuya tribu es conocida como la más amable de Birmania (y posiblemente del mundo), en la que no existe registro alguno de violencia.
El interior del país esconde muchos otros rincones por descubrir, ya sea en barco o en tren. Pero para explorarlos hace falta tiempo y ya sabemos que cada vez es más difícil disponer de él para viajar.
En ese caso, una opción que recomiendo es reservarse unos días para disfrutar de las exóticas playas del sur. A mí me suelen servir de momento de relax antes de tomar el camino de vuelta, regresar a mi presente y despertarme del sueño.
0 Comentarios