
El tesoro del Caribe custodiado por langostas y corales: Los Roques
- Publicado por Juan Manuel Baixauli
- El 25/03/2014
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Bienvenido a bordo, grumete. El sur del Caribe esconde un tesoro y hoy te voy a desvelar dónde se sitúa la ‘X’ en el mapa: el Parque Nacional marino de los Roques, el más grande de Latinoamérica. Este paraíso teñido por inabarcables arrecifes coralinos abraza más de 40 cayos deshabitados y una perla llamada Isla de Gran Roque, que aglutina a la escasa población del archipiélago. En esta aventura conoceremos las playas desérticas de estas remotas islas de las Antillas, nos sumergiremos en sus aguas cristalinas y probaremos la mejor langosta del mundo. Yo sé dónde se encuentra ese tesoro y estoy dispuesto a compartirlo contigo. ¿Zarpamos?
Nos esperan mañanas magníficas, algo habitual en el archipiélago de los Roques, donde la temperatura máxima del verano oscila entre los 29 y 44 grados y la mínima de invierno raramente baja de los 24. Las lluvias son mínimas, los vientos alisios refrescan las altas temperaturas y el agua se mantiene placenteramente cálida. Con semejantes condiciones comprenderás por qué empecé este viaje desayunando a la orilla del agua, un lujo que te brindan algunas posadas de la isla. Siempre me sobrecoge el color de ese mar o de ese cielo en el que sobrevuelan las aves antes de caer en picado para atrapar peces en la misma orilla, una y otra vez, mientras saboreas el reconfortante café de la mañana.
Incluso días después de mi llegada era incapaz de olvidar las vistas desde el avión sobre el Archipiélago de los Roques, salpicado por más de 40 cayos y alrededor de 250 arrecifes coralinos. Cada vez que viajo hasta este maravilloso lugar no dejo de examinar desde el cielo la infinidad de islas que componen este paraíso próximo a Caracas, declarado Parque Nacional hace más de 30 años.
Las posadas constituyen la oferta de alojamiento de los Roques. Su construcción, que está limitada dentro del parque natural, da lugar a pequeños poblados con calles de arena y austeras fachadas blancas que nos recuerdan al Mediterráneo. Muchas de estas posadas han sido restauradas en los últimos años sin perder ese toque genuino que es la esencia y el gran lujo de este lugar.
En esta ocasión había planificado el viaje a la Isla de Gran Roque con más cariño que el anterior, cuando apenas dispuse de un par de días para disfrutarlo. “La próxima vez serán bastantes más”, me prometí a mí mismo. Y así fue. Lo primero que hice fue reservar un barco para recorrer los arrecifes y cayos de estas islas. Sin duda, la mejor opción para disfrutar de sus playas semidesérticas, a las que no se puede acceder de otra forma.
La primera mañana navegamos hacia Cayo Francisqui, uno de los más visitados del archipiélago por su proximidad al Gran Roque y por sus espectaculares playas, suficientemente amplias para salvaguardar nuestra intimidad. Cruzamos a pie la isla rumbo a un maravilloso estanque natural, flanqueado por una barrera de coral donde nos aguardaba un exótico baño. Y más tarde disfrutaremos del delicioso pescado fresco que sirven en un restaurante de la zona.
‘La piscina’ del Caribe
El restaurante se llama Casamarina y está ubicado en un paraje bautizado como ‘La piscina’ en honor a sus cálidas y sosegadas aguas. Ambiente ideal y pescado fresco del día. Si vas en temporada de langostas, tienes que probarlas. Según la información que tengo, los Roques producen el 50% de toda la langosta que se cría en el Caribe. Las preparan al instante y te puedo asegurar que saben deliciosas, sobre todo en un escenario lugar tan paradisiaco como este:
Guiados por la luz solar, a media tarde regresamos tranquilamente al Gran Roque. Por la noche, cena en la orilla de la playa, un plan ideal acompañado de música agradable y una copa en el mejor ambiente posible. Nosotros nos decidimos por la Posada de la Ballena que, como todo en la isla, queda muy cerca de cualquier otro punto de su geografía.
Nelly, su propietaria, ha creado “Cosas del Mundo”, una pequeña boutique de artículos de todos los rincones del planeta especialmente seleccionados por ella. Nosotros nos dejamos seducir por su bar, sus cócteles y su música chill out a la orilla del mar.
A la mañana siguiente decidimos navegar hacia el noreste, a Cayo Carenero, cuyo manglar protege las aguas de los efectos del oleaje y te anima a recorrer otros cayos durante el día.
Continuamos navegando hacia el oeste algo más de lo inicialmente previsto, hasta llegar a Cayo Agua.
Una jaula llena de langostas
En las excursiones en catamarán también es muy habitual llevar algunas jaulas con langostas y prepararlas en la propia cubierta del barco, con arroz de guarnición y un toque de lima. Así que nos pusimos de acuerdo con la tripulación para hacer lo propio y ese día zarpamos en el barco con nuestra jaula de langostas vivas, dentro del agua, para poderlas prepararlas en el lugar que nos apeteciera.
Pero no quiero ponerte los dientes largos, quiero que lo descubras. Únete a este viaje por este recóndito y mágico archipiélago porque será un placer planificarlo a tu gusto. Solo puedo prometerte un auténtico tesoro.
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